Muñeca de Porcelana

Porque escribo ni siquiera yo misma lo se. Pero cuando la noche cae sobre la ciudad y la hora de las princesas ha terminado, hay una que permanece despierta. Y yo soy esa princesa.
Téchenme de egocéntrica. Pero que mujer no se ha considerado a si misma alguna vez en su vida con ese nombre categórico.

Creo que no puedo definirme en pocas palabras. Es como si fuera muchas personas que se funden en un cuerpo físico que solo potencia cada una de esas partículas esenciales que lo componen de acuerdo a la situación.

El año pasado era una persona totalmente ingenua que había desperdiciado sus noches llorando por alguien. Creía en el amor, en los cuentos de hadas, creía en mí.
Pensaba que lo único que infundía valor a la vida y a las acciones eran esas 5 letras malditas. Sin embargo, ahora aunque no ha transcurrido mucho tiempo no puedo encontrar siquiera vestigios de aquella niña mujer.
Escarbo en las profundidades de mi alma y realmente quiero volver a ser así, o conservar un leve halo de inocencia.

Ahora soy una mujer que se disfraza cada mañana cuando cruza el umbral de su puerta, que desperdiga sonrisas de utilería por doquier. Y he de admitir que saboreo el delicado matiz de dulzura que impregnan mis actuaciones.

Me siento admirada, poderosa, fuerte.

Cada mañana cuando ingreso al colegio con el uniforme colocado estrategicamente. Pollera corta. Camisa con algunos botones alejados de sus ojales. Labios de un tenue color carmin.

Camino con delicadeza, lentamente. Altiva.

Y cuando frecuento lugares nocturnos suelo hacer lo mismo.

La gente solo ve una cara de la moneda. Ven a una persona que por cada poro de su piel se extiende una armadura de diamantes luminosos, de seguridad en si misma, de esplendor.

Perfecta, radiante.

Ese es el retrato que pinto al mundo de mí.
Pero ¿acaso esa soy yo?

Incluso con el sucedió lo mismo. Intente ser fría como el metal. Entable una relación si es que así puede llamarse por el simple hecho de que había cierta atracción o de que me sorprendía la paciencia y dedicación que emprendía en la trabajosa tarea de conquistarme

Fui una de esas muñecas porcelanicas que se guía por frivolidades. Jugué con fuego. Jugué conmigo misma. Y eso fue lo peor.
El me hacia sentir deseada, atractiva. Descubrió mi secreto. Supo de mi mascara. Y yo ni siquiera me percate. Me dejaba llevar.
“porque yo que conozco el calibre de tus besos ya no me dejo asesinar por esa boca”
Creo que esta frase resume mi condición.

El es un misterio en si. Nunca entendí porque todavía ejerce este poder sobre mí. De que todavía mi mente siga dedicándole tiempo a su patética presencia. No puedo entenderlo.
Nunca lo quise. Y tampoco me permití hacerlo.

Me gustaban sus besos. Sus ojos cuando tenían ese velo de alquitrán provocado solamente por el deseo.
Todavía los recuerdo. En la oscuridad observándome.
Su mirada siempre fue oscura. Y yo quería ser la tenue luz que se proyectara en ellos. Pero el me alejo, aunque quizás ese no era su verdadero deseo.
Nunca comprendí muchas cosas de el. Y no quiero pedir respuestas cuando se que no van a ser sinceras.

Hoy nuevamente estuvo con ella. No tiene un ápice de mi belleza. Ni siquiera es inteligente. No es grotesca, pero ni siquiera el apelativo de bonita puede hacer referencia a su persona.
Me enferma pensar que prefiera su compañía y que finja quererla. Lo peor es que a veces parece que ella tan solo fuera una pieza trucada en el partido de ajedrez que nunca podremos finalizar.

Estaba yéndome cuando lo vi. Estaba detrás de la madre de mi amiga y sentía el peso de su mirada sobre mi cuerpo. Mis ojos encontraron los suyos.

Siempre tienen ese halo de superioridad, como si supiera algo que yo desconozco. Como si jugara una pulseada imaginaria con mi sombra.
Jamás lo entenderé. Ni tampoco pretendo hacerlo. En este momento comienzo a arrepentirme de escribir sobre el. Solo escribía cosas de la persona que ame. Y es extraño que en estas letras devele parte de mis sentimientos o mis encuentros con este ser.
Pero mi error esta en sentenciar todos estos recuerdos al fondo de mi alma, de mi mente. Y de esta manera plasmo mis ideas en una versión algo precaria de lo que siento, vivo, pienso.

Algunas veces me aventuro a pensar que el la utiliza, que de esa manera me cela.
Hoy la arrincono contra las barandas próximas enfrente de donde se encuentra el cine.
Todos tenían asiento en primera fila a ese triste espectáculo. Y cuando pase caminando por el lado opuesto, tenía su mirada puesta en mí. Exactamente en mí. Como si estuviera esperando que lo mirara, que mi cuerpo delatara algún malestar con respecto a aquella situación. Pero mi disfraz ha mejorado notablemente, y mi mascara en estos tiempos esta prácticamente adherida a mi piel. Suelo fijarla mas cuando se que voy a verlo.

El me ha impulsado a ser así. Necesito serlo. Soy perfecta. Asquerosamente perfecta.
Si eso soy para el. Muchas veces siento que incluso se siente inferior a mí.
Pensé que me conocía. Que le importaba. Tanto me pude haber equivocado
Entonces porque aquella noche no beso otros labios diferentes a los míos si tubo la oportunidad de hacerlo de probarlos de saborear lentamente el placer de infringir mis reglas, de torturarme, de mancillarme de esa manera.

Y todavía tiene el descaro de mirarme de aquella forma, como si me deseara, como si quisiera… no lo se. Su mirada es tan extraña.

Esta noche presente una sensación extraña en mi estomago. No, no eran mariposas. Y no era el frío y ardiente puñal que los celos suelen dejar en mi interior. Era extraño. Inexplicable. Como si algo fuera a suceder. Ansiedad. Incertidumbre. Verdaderamente no lo se. No puedo encontrar una palabra o una oración que defina aquella sensación desconcertante.
Todavía la conservo. Creo que ni siquiera yo puedo entenderme a mi misma.

Esta lloviendo. Me gusta la lluvia. Se lo esta llevando. Finalmente se lo esta llevando.